domingo, 7 de mayo de 2017

En recuerdo de Fernando Ramón Moliner

El pasado 15 de abril falleció Fernando Ramón Moliner. Su muerte no es solo la del hijo de María Moliner Ruiz, sino la de un arquitecto y pensador comprometido con su profesión y con la sociedad.
Nació en Murcia en 1929. Estudió en la Escuela Cossío y en el Instituto "Luis Vives" de Valencia. En 1950 comenzó sus estudios de arquitectura y en 1952 viajó a Francia para entrevistarse con Le Corbusier, su gran maestro.
Al terminar sus estudios, se casó con Mari y comenzó a desarrollar una interesante e importante trayectoria profesional como arquitecto y diseñador y constructor de muebles. Sus primeras obras arquitectónicas se inscribieron dentro de lo que él mismo denominó "neobrutalismo" y, entre ellas, destacan la Fábrica y Viviendas de Pontvianne (Salamanca, 1958) o el monumento a Antonio Machado, en el que participó Pablo Serrano (Baeza, 1966-1983). En 1967 se trasladó a vivir y a trabajar a Inglaterra. Allí dejó su huella en obras como el Honeycroft Hill Work Centre (Londres, 1968), dentro de la estética “Rat-trad”, o la nueva Swakeleys School (Londres, 1972), que calificó como «brutalismo despótico».
Regresó a España en 1975 e ingresó como profesor en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid. Durante el primer mandato de Felipe González, se encargó de la Subdirección de Estudios Generales del Ministerio de Obras Públicas y Urbanismo. Como arquitecto, en esta época, abandonó definitivamente el «brutalismo» y emprendió proyectos sencillamente «habitables», como el Centro de Salud de Algete (Madrid, 1988) o las Corralas en el Barrio de la Trinidad, ya con Ramón, arquitectos, sociedad en la que participaban sus dos hijas arquitectas (Málaga, 1992).
Además de su labor como arquitecto y profesor, Fernando Ramón tradujo en la década de los setenta al castellano obras de autores fundamentales en la filosofía de la vivienda y en la concepción de las relaciones espacio-sociedad, como Robert Goodman o John F. C. Turner. Él mismo unió su voz, como pensador y escritor, a ellos proponiendo en sus escritos otro modelo de entender el progreso, el espacio, la vivienda. En este sentido, aparte de los numerosos informes para la administración y colaboraciones en publicaciones especializadas, destacan sus libros Miseria de la ideología urbanística (1967), Manuales críticos de diseño del alojamiento español (1976), Alojamiento (1976) o Ropa, sudor y arquitecturas (1980).
Fernando Ramón, que fue representante permanente de España del CLAEU (Comité de enlace de los arquitectos de la Europa unida), fue galardonado en 2009 con el Premio Nacional de Vivienda del Gobierno de España y, con este motivo, se publicó el libro Fernando Ramón. Premio Nacional de Vivienda. 2009 (2011).
Hay que señalar que Fernando Ramón, en profundo desacuerdo con la decisión de la editorial Gredos de publicar una segunda edición del Diccionario de uso del español de su madre María Moliner, luchó por que solo se reconociera como tal diccionario la primera edición del mismo, para la que él había diseñado sus cubiertas. Pero su voz no siempre fue escuchada y muchas veces silenciada.
Siempre vinculado a Aragón, donde pasó largas estancias estivales en su niñez, no dudó en volver a visitar Zaragoza, con motivo de la presentación de nuestro libro sobre María Moliner y las primeras estudiosas del aragonés y del catalán de Aragón (2010).

Sirvan estas líneas de profundo afecto y admiración para recordar al arquitecto comprometido socialmente con su profesión y con la defensa de una vivienda que mejorara la existencia de sus habitantes. Y, sobre todo, para recordar a un hombre sabio, generoso, humilde y de una honestidad e integridad humana poco común, cuyo mejor legado vital, como siempre manifestaba, fue su mujer, sus hijas y sus nietos.

M.ª Pilar Benítez Marco

Publicado en Heraldo de Aragón, domingo 7 de mayo de 2017, p. 64

Además, en la revista Rolde he escrito un artículo más extenso recordando la trayectoria vital de Fernado Ramón: "Fernando Ramón Moliner: la muerte no pre-ocupa cuando tanto ocupa la vida" (Rolde, 160-161, enero-junio 2017, pp. 32-39).